AL PRINCIPIO

Al principio…

Todo era él, sin consciencia, sin tiempo, sin dimensiones….

No existía pues no era sombra. Y he aquí que su imaginación le concibió. Y ya fue su consciencia.

Y supo que era silencio y que de su imaginación fluía el constructo y, entonces, imaginó «La Palabra».

Y la palabra le dio estructura a su consciencia. Y comprendió que era oscuridad e imaginó la vida y las estructuras, y la luz y el tiempo, y entonces las cosas transcurrieron.

Y con el devenir del tiempo la vida infinita se extendió por todas las estructuras y con la luz creó nuevos conceptos como amor, dolor, principio y camino. Y entonces, su consciencia imaginó que estaba solo. Y que transcurrían las eras y él estaba solo. Entonces imaginó la conclusión de la vida y la llamó muerte.

Y así, él supo del equilibrio entre vida y muerte. Pero la vida creó palabras y las unió a las estructuras y aborreció la muerte. La vida dominó la luz, las estructuras y el tiempo, más la muerte se le resistía. Pero la vida no cedió jamás y, al final de eones, resolvió su inmortalidad.

Y ya no estaba solo. La vida que no moría transcurría como él.

Y fue, que esta vida que no moría, creó sus propias estructuras, su propia luz, sus propias «palabras» y, esta vida que no moría, apartó las estructuras y la luz y «La Palabra» que él había imaginado. Y allí creció en número infinito y, sí, también dio vida a vida que moría, y sombras a la luz que moría, y nada al tiempo que moría. Y esta vida que no moría imaginó ser él. Y, si ya estaba ella, para qué estaba él que había imaginado la muerte. Y hubo, algo nuevo, conflicto. Y la vida que no muere se alzó y dio a sus palabras relevancia. Y, la vida que no muere resolvió erradicar la otra vida, y de este conflicto devino…